Altas son las expectativas como los desafíos y bien estos jalonan la hasta ahora filmografía del director desafiando hasta el extremo toda lógica coherencia, cuando las tramas se adentran en el caos más extremo. Su concepción formal rige también esta idea.
La presente temporada goza de los mismos problemas de su antecesora. La disposición de las tramas desorganizada. Cada una de estas esta diseminada a lo largo de los ocho capítulos sin apenas cohesión y congruencia alguna y la no justificación rige como regla, y ni tan siquiera fructifican los cambios del punto de vista. Los arcos dramáticos no evolucionan, no se desarrollan y son incompletos.
Nos encontramos con una tragedia existencial labrada por traspuntes propios de la comedia, y donde el director sigue insistiendo en radiografiar de manera nada condescendiente (incluso a veces mordaz) sobre las dificultosas relaciones familiares un tanto quebradas y disfuncionales, pero también las personales, determinadas por la inmadurez entre los adultos, además de abordar la multiplicidad de ángulos que sustentan la creatividad.
Su última cinta bebe de estos antecedentes e intenta hablarnos de la fama enfocada al universo del cine, pero también de la necesidad y carencia de buscar lazos afectivos y ser empático en terrenos familiares, laborales, y de amistad y bajo el paraguas de un deseo de redención (todos los personajes incluso nuestro protagonista quieren redimirse), donde la vejez, el miedo a la soledad se revela mediante los recuerdos y la imaginación (evidente y fallido, a tramos, intento de ejercicio metacinematográfico).
En definitiva, un errado y vacuo trabajo un tanto ombliguista y nunca capaz de encontrar el tono, y desde luego, nada verosímil.
Una sociedad occidental cada vez más longeva invita inexorablemente a reflexionar sobre el final de la existencia, y como ha de enfrentarse. Esto es lo que nos propone el director (basándose en un ensayo escrito por Régis Debray y Claude Grange); un ejercicio introspectivo y valiente con la idea de confrontar los tabúes ético morales, espirituales, sociales y culturales que constantemente pululan sobre la muerte emergiendo constantemente en diversos debates, todo ello sin dejar de ahondar sobre la integridad del Ser, los temores y el consentimiento, el envejecimiento y la esperanza de vida, la necesidad de los cuidados, la muerte digna….
Sinopsis: En un diálogo amistoso y apasionado, el médico Augustin Masset y el escritor Fabrice Toussaint se enfrentan cara a cara, uno con el final de la vida de sus pacientes, y el otro con su propio destino. Llevados por un torbellino de visitas y encuentros, ambos se embarcan en un sensible viaje entre el humor y el llanto: una aventura humana en el corazón de todas nuestras vidas.
Una serie de encuentros e historias individuales (a modo de ejemplo) alimentan el núcleo central ampliando los modos de afrontar los últimos compases de la vida, reseñando la labor de acompañamiento médica y la necesidad de los afectos, evitando un tono fúnebre.
Sobria cinta y profunda, y formalmente brillante. La cámara se aproxima mediante encuadres cerrados que resaltan la intimidad (esa concepción de planificar de puertas hacia dentro) y la fragilidad de los personajes invitando al espectador a conectar directamente con las emociones sinceras.
Títulos de créditos finales. Suena como elemento externo la voz de Morente y Lagartija Nick cantando Ciudad sin sueño (poema musicado correspondiente a su disco Omega, a partir del escrito por Lorca, incluido este en su Poeta en New York). La cámara se aleja de La Cañada Real. En ese plano final a modo de leyenda se materializa, fundiéndose, una plática continuada (y que durante el desarrollo se va aposentando y cobrando sentido), entre la crónica realista de vocación antropológica (documentar la realidad de La Cañada Real como espacio asumiendo los caminos de la ficcionalización) y los desvíos fantaseadores invocados como territorios, a partir incluso, formalmente, de los filtros de los móviles y su significación, y no solo de las narraciones orales que cuentan de manera poética los mayores a la luz de la lumbre cada noche; conciliándose así, la idea de un futuro imperfecto con sus personajes y roles (interpretados por actores no profesionales) proyectados como quimeras transformadas por insólitos artificios.
Sinopsis: Partiendo del golpe de Estado del 23 F, que tuvo lugar en España el 23 de febrero de 1981, ‘Anatomía de un instante’ disecciona uno de los momentos cruciales de la historia reciente española: la transición democrática. Cuando el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero entró en el Congreso pistola en mano, solo tres hombres se mantuvieron sentados en sus asientos mientras el resto se agachaba para ponerse a salvo: Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y Gutiérrez Mellado.
El poliédrico ensayo escrito por Javier Cercas bien contemplaba la compleja realidad de un país mediante diferentes puntos de vista y era capaz de explorar las dobleces y contradicciones de un tiempo, a la vez que interrogar e incomodar más allá de lo que el español medio pudiera conocer sobre aquellos graves sucesos y sus protagonistas.
La adaptación del texto a la pantalla es todo lo contrario, y se pierde toda lectura crítica por su vocación maniqueísta pese a la eficaz contextualización histórica y que, por otra parte y de manera alguna y en este caso, no deja de hacer emerger su necesario halo épico, aunque también es cierto que apunta tan solo levemente las tensiones y las fracturas internas de aquel tiempo y pasa de puntillas sobre algunos hechos y cuestiones, dejando algunas lagunas argumentales, por no hablar del convencionalismo con el que están tratados algunos personajes meras figuras ilustrativas, y lo mal resueltas que están hechas algunas escenas.
Segundo trabajo que corresponde a la trilogía “Sex, Love, Dreams” firmado por el director noruego, y que se desarrolla en diferentes localizaciones de Oslo. Cada una de las historias funcionan de manera independiente.
Este es un film de no acción, como los otros, y donde prevalece por encima de todo la palabra, es decir, el diálogo como vertebrador y cuestionador, y que a tramos se manifiesta doloroso, pero que duda cabe, finalmente decisivo, cuando se erige como motor máxime, alcanzando la empatía acerca de la cuestión del Ser en nuestra sociedad y sus relaciones.
El resultado de la cinta no es del todo eficaz, ni tampoco audaz en forma y fondo, porque le cuesta, pese a intentarlo en su planteamiento y exposición y desarrollo retar con profundidad las convenciones, las normas que rigen la tradición, y las expectativas de una clase media, que pese a vivir de manera desahogada ha de enfrentarse a sus deseos y fantasías, y a sus temores emocionales y contradicciones, y a sus miedos y negaciones…
Sinopsis: Marianne, una pragmática doctora, y Tor, un compasivo enfermero, evitan las relaciones convencionales. Una noche, tras una cita a ciegas, Marianne conoce a Tor en un ferry. Tor suele pasar allí las noches buscando encuentros casuales con hombres y comparte sus experiencias de intimidad espontánea y conversaciones significativas. Intrigada por su punto de vista, Marianne empieza a cuestionar las normas sociales y se pregunta si esa intimidad casual podría ser también una opción para ella.
Nada nuevo. Esta es la historia de un joven a la deriva, sin pasado, y que deambula de un lugar a otro, dentro de un entorno social que continuamente lo rechaza y en el que nunca llegará a integrase; aunque siempre habrá alguien que intente auxiliarlo. Su asociabilidad lo determina, jamás saldrá del pozo. No hay posibilidad de redención.
Intentemos buscar ahora el interés por visionar esta cinta: Puede ser que el director vea en la libre actitud de nuestro protagonista una razón para evitar hacer explosionar el ambiente en el que se desenvuelve y por ello lo motiva, incluso hasta el punto de no aclarar la psicología que lo altera y perturba. Puede ser que el tono aparentemente realista de la propuesta se venga a trasformar mediante desviaciones o líneas de fuga ensoñadoras y fantasiosas, cuando no delirantes, siempre prendadas de subjetivismo, ocupando la mente de nuestro protagonista lleno de traumas, culpa, y sentimiento de ser y estar abandonado.
Mi conclusión sobre esta propuesta, ustedes deciden. Abandono.
2025 Festival de Cannes. Premio Fipresci sección una cierta mirada y mejor actor.
Son innecesarias las explicaciones como también lo son los posibles misterios. Nada de esto parece importar, ni tan siquiera llevar al espectador hacia la catarsis, porque la vocación del film es lo contrario pese a que las imágenes y sus atmósferas como los vínculos entre los personajes estén contaminados y generen tensión. Lo importante de este depurado trabajo radica en su carácter de ensayo científico, donde en cada plano la observación de los personajes asemeja ser células bajo la mirada escrutadora que proporciona el objetivo de un microscopio: ocasionales estas, en tensión, sometidas a fuerzas que se desconocen (incluso cada encuadre, y una puesta en escena que genera malestar, y así mismo la propia banda sonora utilizada contribuye con su extrañeza atestiguando lo anteriormente mencionado).
Sinopsis: Los padres de Wei descubren que Shuo, un tranquilo y enigmático amigo del instituto de su hijo, proviene de un entorno problemático y deciden integrarle poco a poco en la familia. Pero un trágico y repentino suceso, va a hacer que viejas heridas y secretos no contados salgan a la luz, dando un giro inesperado para todos los miembros de la familia.
Nota 1: El alcance simbólico de la cinta tampoco queda claro; se trata de una crítica a la política china de un solo hijo y por eso la llegada de Shuo es vital, porque es considerado por la familia como un segundo hijo a quien mostrar afecto, o más bien este es un ángel exterminador infiltrado en el seno familiar que no duda en quebrantarlo, marcado este último por un grave acontecimiento acaecido en el pasado. Me interrogo. De nuevo viene a nuestra mente, el rigor científico de la propuesta. La duda es un hándicap.
Incatalogable a la vez fascinante ensayo experimental donde el autor es capaz de condensar al tiempo que manifestar y expansionar su particular modo de concebir su cine y su propia filmografía con sus aversiones y filias mediante una visceralidad acentuada, que llega a empapar.
Todo ello es posible cuando explosiona un dispositivo visual alucinante y alucinado conformando un lúcido autoretrato sincero, y donde el autocuestionamiento es una razón de ser entre el sarcasmo hiriente preñado de esencias de melancolía, y sabiendo cruzar la memoria pasada resignificando las imágenes de este presente (recurre a atrevidas formas visuales de raíz experimental donde se aúnan ideas escritas, imágenes térmicas, extractos de su filmografía, fotos, videos, alternancia de múltiples formatos siempre acompañándose de música…)
Dentro de este collage visual habitan espacios para la reivindicación de una parte de la historia del cine, y de su cine (se interroga sobre el arte cinematográfico y su deriva), la historia siniestra del siglo XX y las derivas fascistas que aún reviven hoy y se expanden destruyendo la democracia…
Su devoción por Godard se hace patente, y especialmente se mira en Histoire (es) du cinema. Un trabajo irrigado por requiebros, saltos e interrupciones bruscas, cambios musicales que mutan en cada lectura. Un proyecto, en definitiva, tocado por una crisis y un deseo de cambio y que suscita un torrente de ideas gracias a que es capaz de amoldar su visión cinematográfica de tal forma que platiquen y rimen escenas fruto del pasado con su propia cinematografía, y las músicas (Bowie).
La narración queda rota cuando en el epílogo muestra todas las costuras, todas las trampas del cine.
No se confundan esta cinta no es un making of ni un biopic, es una carta de amor a Godard, al primer Godard y al espíritu libre que revoluciono el cine como una manera de ver y de entender y filmar (un cineasta inquieto, por cierto, que nunca abdico a lo largo de las décadas en su afán renovador y a contracorriente, y esto demostró su iconoclasta y extensa filmografía), y eso es lo que fue; Al final de la escapada, y aquellos días de rodaje (la propuesta asume su concentración cronológica) cuya sinceridad y fidelidad, traspirando, sobrepasan los límites deterministas, porque la vitalidad, la libertad y la vigorosa inventiva es una enseña; una razón de Ser y Estar, y por supuesto de amar la vida como el cine.
El director lo celebra, identificándose, atrapando la alegría y el desenfreno de la existencia, construyendo, en definitiva, su sintético trabajo mediante citas textuales y visuales concebidas como una eterna fiesta y si es preciso; recuperar el formato cuadrado primigenio, y el blanco y negro y la forma de proyectar en 35 mm, incluso atendiendo a los cambios de rollo, y sobretodo fijando un contexto o entorno, un ambiente, un nombrar a los protagonistas (aquí personajes) pese a que algunos solo tengan un papel episódico pero imprescindible y eterno.