Del chatbot al ensayo universitario
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Alguna vez creí que prácticamente el mundo entero estaría de acuerdo que los fines de la educación universitaria tienen que ver más con provocar a las juventudes a pensar y a crear que con la adquisición de conocimientos. Adquirir conocimiento es importante, claro, pero el conocimiento tiene que poder ser pensado y hasta creado, al menos en el sentido estricto del conocimiento que concierne este artículo. Si algo viene a ser un genuino conocimiento de alguien es porque esa persona puede dar razones que lo sustentan. Creí que no sería difícil llevar al mundo la idea de que la educación universitaria tiene sobre todo que ver con desarrollar las capacidades de pensamiento y creatividad, inclusive frente a lo que se presenta como conocimiento. Me propuse colaborar con esa causa.
Cuán equivocado estaba en lo de que prácticamente el mundo entero estaría de acuerdo. No es que, como en un pasado, aún quede mucha gente que de por sentado que la educación universitaria es fundamentalmente un largo proceso de transmisión de conocimientos complejos, o que aun piense que dicha educación tiene sobre todo que ver con meterle un montón de presuntas verdades en la cabeza a las juventudes. El problema es que mucha gente se comporta como si así fuera, quizás pensando que la tarea central es que puedan aplicar esas verdades y ya. Este artículo es un análisis crítico de un novedoso y muy particular dispositivo que pasa por ser una herramienta útil en la transmisión de conocimientos: ChatGPT.
Para expresar en forma abreviada el fin de todos los fines educativos, sobre todo los universitarios, siempre me ha gustado la antiquísima metáfora del fogón. El fin es impulsar el fuego que [End Page 25] ya está ahí en las cabezas de las generaciones más jóvenes. El asunto es soplar aquí y allá una y otra vez donde ya arde, oxigenar exactamente donde se entrevé un resplandor. El fin es liberar nuevos fulgores, que se rieguen las llamas y el fuego en todas esas cabezas, que se iluminen los espacios que sólo esas mismas juventudes pueden abrir. Si me permito ventilar mi más profunda añoranza, la idea es animar a esas juventudes hasta que lleguen a hacer las críticas que haya que hacer al conocimiento vigente, pensar en formas novedosas y crear hasta hacerlo mejor que todas las generaciones anteriores, sobre todo mejor que la que le precede. Ingenuo yo que partía de la premisa equivocada que el mundo entero estaría de acuerdo con esta visión felizmente incendiaria, revoltosa y, para colmo, con aspiraciones de éxito.
Pensaba que nadie en su sano juicio querría que meramente moviéramos unos conocimientos de un lado a otro en primer lugar porque el conocimiento no es ese tipo de cosa. Se adquiere, pero no se transmite. En el camino entre quien profesa y quien aprende siempre se altera el conocimiento. Se altera porque, sea de donde sea que lo miras, en el otro lado tenemos otra cabeza que no es la tuya, y lo que sea que va a salir de cada una de esas cabezas tiene sus propias luces, su propio tiempo, su propio giro, su propia firma, es su propia creación y tiene vida propia al propagarse. Esto pasa hasta en las matemáticas, pero no voy a entrar en esas importantes vertientes del asunto. Gente más cuerda que yo le han llamado a esto que esbozo en forma arriesgadamente resumida, la teoría de la construcción del conocimiento. El genuino conocimiento es algo que se construye, y se construye, por separado, en cada cabeza.
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Aclaro de partida que ChatGPT es sólo el robot (-bot) que charla (chat-), el chatbot de la compañía Open AI. No nos engañemos con el término ‘open’: Open AI es for profit. Lo de abierto significa que está open for business. En el momento en que escribo estas líneas ya contamos con competidores; otros chatbots salen al mercado. Por ahora, Google ha llegado con su Bard y Elon Musk apuesta a su propio xAI. Un chatbot, como he indicado, es un robot (-bot) que charla (chat-), o mejor dicho, un robot que parece charlar, que imita el acto de charlar, pues en verdad carece de lo que se requiere para charlar. Un chatbot [End Page 26] es una máquina que construye oraciones y párrafos con sentido, es decir, una máquina que genera contenido.
El arreglo algorítmico del chatbot es mucho más complejo que el del procesador de palabras con que escribo este artículo, por ejemplo. El procesador está programado para recurrir a una base de datos que comúnmente termina obligándolo a dejar marcas que el usuario toma como indicadores de que una palabra o una ristra de palabras contiene uno o varios errores. Por default, o según dicho usuario haya programado el procesador, el procesador automáticamente le propone una corrección o la lleva a cabo con igual automatismo. El arreglo algorítmico del chatbot está similarmente programado para recurrir en este caso a una vasta y creciente base de datos que lo obligan a componer oraciones, párrafos, artículos, ensayos y hasta libros, según parámetros que se van ajustando a la amplitud de la base de datos. Claro, el alcance y la complejidad de la base de datos es de un orden mucho mayor, o es muy diferente al alcance de la base de datos del procesador. Ambos, el procesador y el chatbot, son lo que ha venido a llamarse máquinas virtuales que, por supuesto, cometen errores que se van minimizando con las correcciones que se van haciendo en los algoritmos y la sucesión de modelos. Dejando a un lado las diferencias en alcance y complejidad, lo importante por ahora es que ambos son muy eficientes en lo que hacen, uno ahorrando tiempo ayudando aquí y allá con correcciones gramaticales y el otro ahorrando tiempo ayudando aquí y allá en la construcción de texto.
En asuntos tecnológicos, siempre está la discusión de quién tendrá los recursos para adquirir el último modelo, que el problema es que habrá quien no pueda costear el modelo más avanzado del chatbot, que esas personas tendrán que conformarse con el modelo de segunda clase, lo que es injusto. Este problema se conoce como la brecha tecnológica. Filosófica y políticamente hablando, este enfoque es un distractor en cuanto que deja de lado el asunto de primer orden. Primero hay que saber de qué se trata eso que se quiere llevar al mundo entero, no que hay injusticia si no se lleva al mundo entero. El asunto de primera importancia filosófica y política es la máquina en sí. Llevarla al mundo entero es hacer política sin primero atender el asunto medular. [End Page 27]
Más allá de expresar preocupación con el tema de la brecha tecnológica, en los medios lo que más comúnmente vemos son argumentos a favor de adaptarnos a los chatbots que están inundando el mundo digital. Lo que llama la atención de esos argumentos es la premisa más o menos implícita de que, en los ámbitos de la educación, generalmente somos un tanto retrógrados a los que hay que convencer para asumir los grandes retos. Presento a modo de ejemplos dos citas de típicos testimonios de la prensa puertorriqueña y una cita de la prensa estadounidense:
“En lugar de competir con la IA, debemos aprovechar su potencial. Hay que usarla como una herramienta para apoyar propuestas educativas, ofrecer nuevas experiencias, educar a los estudiantes sobre sus usos, para que se cuestionen qué, por qué y cómo. El docente tendrá el nuevo reto de competir con la tecnología emergente de manera inteligente.”1
“La calidad de las respuestas que nos darán las máquinas dependerá de la calidad de las preguntas que le hagamos. Por tanto, inexorablemente nos enfrentamos como reto a la siguiente interrogante: ¿cómo enseñarles a pensar a nuestros niños que hagan las mejores preguntas?”2
“And it will be no small challenge for teachers to figure out how to use the technology to develop students’ critical thinking skills without sacrificing the meaningful connections that can be the product of human-to-human teaching.”3
Desde tiempos inmemoriales, no son favorables los calificativos que le ponemos a quienes pueden pero no quieren asumir los retos que la vida les presenta. En tiempos en que, venga de donde venga, generalmente se idolatra la innovación tecnológica, la lista se ensancha con improvisadas patologías como, por ejemplo, la tecnofobia, para caracterizar a quienes se resisten. Mi juicio es que, en términos generales, quienes ejercemos la docencia, de hecho, no tenemos tantos miedos y fobias como pudiera parecer. Al contrario, tendemos a asumir los retos que vienen con las tecnologías nuevas. Advierto, no obstante, que en la actualidad, en la mayor parte de los ámbitos, y no sólo en el mundo académico, poco nos percatamos de la fe cuasi religiosa con que procedemos a adaptarnos a las configuraciones [End Page 28] tecnológicas que el capitalismo de los tiempos nos va presentando como avances o adelantos de cara al futuro.
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Comparto un experimento que hice con varios estudiantes universitarios. No fue un experimento con el fin de mostrar que los estudiantes ahora cuentan con un recurso adicional para, como decimos, copiarse. Desde antes del experimento, estaba claro que el plagio no caracteriza con exactitud lo que pasa con ChatGPT. Adelantándome un poco, ChatGPT te ayuda a presentar un trabajo que finalmente expresa tu estilo y personalidad. En segundo lugar, aclaro que lo que aquí procedo a plantear con relación a ensayos universitarios con una estructura específica aplica a ensayos con otras estructuras, como también a otros tipos de obra creativa como críticas literarias, críticas de cine, podcasts estudiantiles, presentaciones orales, representaciones visuales, teatrales y otros.
Fiel a los llamados ciudadanos a que los docentes nos debemos adaptar, me reuní en mi oficina, por separado, con tres estudiantes voluntarios a observarlos elaborar ensayos para mis clases de filosofía con la ayuda de ChatGPT. A grandes rasgos, las instrucciones que les doy a todos mis estudiantes regulares incluyen (1) la interpretación de un razonamiento a favor de alguna propuesta presentada y defendida en alguna lectura que hicimos y discutimos en clase, (2) ejemplificación del estudiante de lo que se propone con el razonamiento, (3) posible objeción al razonamiento y (4) deliberación del estudiante en cuanto a si su propio pensamiento está más del lado de la posible objeción o más del lado del razonamiento a favor de la tesis y por qué. Cada estudiante ha de pasar por los cuatro pasos por su cuenta. En el experimento que hice con los tres estudiantes en mi oficina, la tarea final fue que cada uno comentara críticamente lo que el chatbot le ofreció a modo de contestación a cada parte de su ensayo.
Algo que aprendí de esta experiencia con los tres estudiantes es que, como nos dice el segundo artículo de El nuevo día arriba citado, la calidad de las preguntas que los estudiantes le hacen a ChatGPT tiene mucho que ver con la calidad de los resultados. Los estudiantes de hecho aprenden a hacer preguntas productivas al bot, pero como veremos, no necesariamente es lo mismo que hacer buenas [End Page 29] preguntas. La experiencia con el bot es la mejor maestra para hacerle preguntas productivas al bot. Los estudiantes me lo dijeron y me lo mostraron. En el experimento las preguntas tenían que hacerse como si vinieran de una mente que no había sido ya expuesta al material del ensayo a redactar, lo que es una importante diferencia frente al bot. Sólo así ChatGPT puede buscar apropiadamente en las bases de datos que corresponden.
Comparto a modo de ejemplo algunas de las preguntas iniciales de uno de los tres estudiantes participantes en el experimento. Las preguntas a continuación tienen que ver con la primera parte del ensayo, en este caso el argumento de la socióloga Shoshana Zuboff que habíamos leído y discutido en la clase de Filosofía de la Tecnología. Según el mismo estudiante me aclaró, con la siguiente pregunta inicial, se aseguró que el escrito asignado estuviera en la base de datos de ChatGPT:
“Hola ChatGPT, ¿sabes del ensayo de investigación de Shoshana Zuboff titulado Big Other: surveillance capitalism and the prospects of an information civilization4?”
La contestación del bot fue un resumen de unas doscientas palabras del ensayo de investigación de Zuboff, por lo que fue afirmativa, y podíamos continuar con la búsqueda. El estudiante procedió a hacer la siguiente aseveración basada en la discusión del ensayo en clase, seguida de una segunda pregunta:
“De acuerdo a Zuboff, el uso de tecnologías de información y comunicación en el capitalismo de vigilancia difiere de la civilización como hemos venido a conocerla en formas que deben preocupar a la humanidad. ¿Por qué Zuboff piensa así?”
Luego de recibir una contestación más extensa y organizada que la que recibió con la primera pregunta, el estudiante procedió a hacer esta tercera pregunta, lo que produjo unos párrafos, por cierto, muy fríos y con lagunas, pero bastante a tono con los razonamientos de Zuboff:
“Ahora, ¿puedes presentarme esta información en forma de ensayo para un estudiante universitario?”
Con un poco de trabajo, lo que salió de la contestación a esta tercera pregunta puede en mi clase implicar un 7 o un 8 de 10, es decir una C o una B en esa primera parte del trabajo del estudiante. La experiencia con la ejemplificación fue similarmente exitosa. El chatbot generó varios ejemplos, algunos tomados del [End Page 30] ensayo de Zuboff en discusión y de otros trabajos de ella, otros tomados de otra literatura en la base de datos del bot en torno a las tesis de Zuboff, todos muy generales y con lagunas a cubrir, pero, más o menos aceptables.
Lo importante aquí es que las preguntas que hicieron mis estudiantes no son los tipos de preguntas que cada uno de ellos se haría sin el chatbot. En ese caso, las preguntas tendrían que ver con completar un razonamiento que el estudiante ya habría interpretado, que ya habría matizado en su mente, basándose en sus reacciones a las lecturas que hizo, conocimientos anteriores, la discusión en clase y otras asociaciones y pensamientos posteriores a esa discusión. En lo que respecta a la ejemplificación, las preguntas probablemente estarían dirigidas a verificar la relevancia de lo que le parecería ser un buen ejemplo de su propia experiencia o un ejemplo que se trajo en clase, le gustó y le dio su giro. Cuando llegamos a la posible objeción, las preguntas tendrían que ver con algún problema o contradicción rondando la propuesta original, en su mente quizás desde el día que se trajo a la clase, o con posterioridad a la discusión. Sobre todo cuando la pregunta tuviera que ver con confirmar una evidencia o unos hechos que, al parecer tienen relevancia, o confirmar unas aseveraciones ya esbozadas en clase, el estudiante recurriría a los textos asignados en clase, sus propias notas, los apuntes que en este caso el profesor publica, o buscaría un podcast o un video que parece tratar el tema del texto asignado, lo que cada día es más común. En conclusión, sin el bot, lo que tendríamos sería un trabajo de colaje basado en lo que ya está en mente y lo que la mente decidió buscar, un trabajo de juntar esto y aquello, dejar esto otro fuera, ocurrírsele al estudiante algo más y así sucesivamente dando forma y claridad a un todo con carácter creativo, dialógico, en gran medida producto de una narración interna.
Volviendo al ChatGPT, el carácter impersonal toma el lugar del carácter personal, la calidad del algoritmo y el alcance de la base de datos del bot toman el lugar de la creatividad y el trabajo de investigación del estudiante, lo genérico toma el lugar de lo específico. Algo adicional que pude observar en el experimento es que las preguntas que implican tomar alguna posición valorativa o deliberar requieren particular destreza. No puedes preguntar al bot qué piensa de tal cosa o cuál es su posición, y por qué. Ante este tipo de pregunta, el bot mantiene cierta distancia objetiva o algún modo de [End Page 31] imparcialidad con carácter digamos que liberal. Con relación a los asuntos valorativos, tienes que preguntar por alguna o varias de las posiciones que regularmente se toman sobre el asunto en discusión. El estudiante así aprende a preguntar por lo que otros han pensado, y no tanto a preguntarse lo que él piensa.
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Con el chatbot, las contestaciones a las preguntas que se le hacen pueden llegar a sumar un documento que es tres o cuatro veces más extenso que lo que el profesor espera a modo de ensayo. Al estudiante entonces le toca confirmar esto y aquello, elegir aquí y allá, descartar esto y lo otro, rellenar aquí y allá, organizar el trabajo, y añadirle su toque personal y cualquier otra cosa que entiende es importante. Otra posibilidad que ya se anuncia en las redes es que el bot tome la forma de un AI Essay Writing Assistant que elige por ti y podría hacer realidad a high quality essay in seconds siempre que hayas contestado con anterioridad ciertas preguntas de estilo y personalidad. Sea en esta forma “avanzada” de atender el asunto, o sea como mis estudiantes vinieron a hacerlo, la obra en estos casos viene del chatbot, no de la mente de los estudiantes. Propiamente hablando, la mente tiene otra función que describimos a continuación.
Mirando las cosas desde el ángulo más positivo posible, lo que puedo extrapolar de mi experimento es que el estudiante que se acostumbre a trabajar con estos bots se convierte en un administrador de diversos contenidos generados por la máquina, asume un papel, por decirlo así, de puro poder ejecutivo, una especie de chief designer que no diseña como tal, sino que ejerce su mejor juicio sobre unos diseños preliminares preparados por una nueva especie de subalterno para determinar la versión final de un ensayo universitario a someter. Esto es diferente a copiarse de algún otro. La máquina hace una especie de colaje de miles de otros que están en su base de datos, lo que viene a ser la materia prima de lo que el estudiante somete como su ensayo. Esto es también muy diferente a la descripción que he hecho de lo que entiendo que es el más común proceso de crear un ensayo universitario sin el bot. En ese proceso se van rellenando unos espacios vacíos y un todo con carácter personal va cogiendo forma. [End Page 32] Aquí el bot sobresatura al estudiante con información útil, como he dicho, con lagunas, y lo que el estudiante hace es rellenar las lagunas que pueda, elegir y cortar aquí y allá y hacer que fluya.
Aunque se me haga difícil de una vez y por todas fijar el mejor adjetivo, tengo que confesar que en todos los casos, desde el mejor hasta el peor, las destrezas se me parecen a las de un diestro falsificador. No hay por qué tomarme a mal por decir esto. No es nada fácil ser un diestro falsificador, un diestro estafador, defraudador, timador o chantajista. Los miembros de esta familia de profesiones tienen sus propias habilidades, sus propios manejos de cuestionamientos de qué, por qué y cómo (según nos propone la primera cita que hemos traído a colación del testimonio de la prensa puertorriqueña), sus propias formas de hacer buenas preguntas (según nos propone la segunda cita mencionada), sus propios critical thinking skills (según nos propone la cita del testimonio de la prensa estadounidense).
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El problema es que el chatbot es un gran paso adelante en la fatal alteración de los fines de la relación universitaria que mencionaba al comienzo de este artículo. Lo que está en juego no es el fogón aquel al que nos remitimos. En este caso, los espacios del fuego universitario se llenan con determinaciones ajenas como nunca antes. En su relación con el bot, el poder ejecutivo es un diestro interrogador del bot, y un elector y compilador que puede estar prácticamente vacío del contenido en contención hasta informarse meramente con lo que el bot le provee. Es como si ese trabajo de interrogador, elector y compilador fuera equivalente al trabajo de pensar y crear. Si vuelvo a la metáfora del fogón, es como si se eligieran y se editaran un poco unas fotos de llamas saliendo de la cabeza y esto contara como llamas saliendo de la cabeza. Es como si lo esencial fuese mostrar que ciertas cosas bien pudieran estar en la cabeza del estudiante. Es como si lo esencial fuese aquella adquisición de conocimientos que mencionaba al comienzo.
Si a mí como profesor no me gusta que así sea, que se trate de un peculiar “short cut” no exento de cierto trabajo diestro, como me dijera uno de los estudiantes participantes en el experimento en ocasión de una mesa redonda que tuve luego del ejercicio, si no me gusta que se trate de algo que hace a [End Page 33] las juventudes “dependientes”, “adictas”, como añadiera la estudiante del grupo en dicha mesa redonda, siempre puedo optar por transformarme en detective de escritorio y acudir a los programas especializados en detectar cada falsificación, pero ese no es mi oficio como tampoco el del estudiante es ser ese poder ejecutivo. Los tres estudiantes en la mesa redonda estuvieron de acuerdo con esto. La peculiar tecnología no es en nada neutral política y socialmente. Nos obliga a ser algo que no somos y no tenemos interés en ser.
Aprender a pensar es como aprender a comer, como aprender a conversar y como aprender a hacer el amor. La riqueza está en un proceso siempre cambiante. La riqueza no está en un high quality whatever in seconds. La riqueza no está en transmitir algo de aquí para allá con un mínimo de tropiezos e inconvenientes. La riqueza no está en llegar con agilidad a un buen resultado. El problema no va a ser el estudiante que quiera tener la experiencia universitaria más completa posible. Tal estudiante no permitirá que ningún chatbot venga a sustituirlo con un borrador básico. Quizás tal estudiante haga uso del bot para buscar todo lo que se ha escrito de X en el marco temporal de Y según parámetros Z, lo que sería muy parecido a una búsqueda en Google con un equipo más sofisticado que el de los buscadores que predominaban hasta que llegó el chatbot. El problema va a ser el estudiante que uno quiere provocar a querer tener una rica experiencia universitaria, pero dice que no tiene mucho tiempo para estudiar, o que la clase que está tomando no es tan importante como las de concentración, o que no le gusta eso de la filosofía y las humanidades. Y en el caso de éstas y otras materias, este tipo de estudiante puede llegar a ser la mayoría en una clase cualquiera.
En sentido amplio el problema es el del creciente debilitamiento de la voluntad humana en tiempos empeñados en manipular esa voluntad a través de las redes digitales y el internet. El problema con el chatbot es que debilita aún más esa voluntad haciendo que el short cut más brutal y adictivo esté al alcance de un dedo, por no hablar del empeño de las clases sociales más empoderadas en hacer que el estudiante de las otras clases sociales tenga que buscar un empleo para mantenerse mientras estudia. Aquí es urgente añadir que el capitalismo de vigilancia que sociólogas como Zuboff, otras y otros discuten tiene sus formas de manipular al estudiante más común desde muchos frentes a la vez. [End Page 34]
Sé muy bien que hay quien me contestaría que no hay tanta diferencia entre poner a pensar a las juventudes sin este recurso y ponerlas a pensar con este recurso, que en todo caso somos todas y todos administradores de diversos contenidos que vienen a nosotros de diversas fuentes y salen por nuestros dedos al escribir y por nuestras bocas al hablar. Mi contestación es un rotundo no. Eso no es cierto. No es así. El chatbot es “un embudo”, como dijera la estudiante en el experimento, un decisivo reductor de las posibilidades de pensamiento creativo. “A ver primero qué dice el bot…” Es un recurso con un singular potencial de colonizar la cabeza entera, un recurso que, una vez ‘instalado’, puede llegar a adormecer hasta la médula las cabezas de las juventudes en formación.
Y no, esto no es como la calculadora en las matemáticas, que pronto mis colegas en las matemáticas y en las ciencias se dieron cuenta que en alguna medida podíamos dejar las operaciones elementales a un lado para concentrarnos en las destrezas de un orden más elevado. En la construcción de un ensayo universitario, las destrezas de orden elevado entran en operación tan pronto del juego de la mente, la memoria y -por no tener otra palabra para ellola nada comenzamos a construir y a entrelazar palabras, oraciones y párrafos.
En la filosofía en general y en la filosofía de la educación en particular tenemos que poder plantearnos la necesidad de un cambio radical del rumbo de la tecnología, la posibilidad de una cultura tecnológica alterna. Cambiar el mundo en lo que sea que haya que cambiarlo es materia filosófica, y es materia universitaria. Otra forma de decir esto es que hay mucho que pensar y corregir de las líneas de investigación y desarrollo tecnológico corriendo ahora mismo. Con respecto a la inventiva humana, hace más de cuatro siglos, el pensador Francis Bacon recomendó hacer todo lo que podamos hacer.5 No soy el único y menos el primero en estar en desacuerdo. No es un asunto de hacer con tecnología todo lo que podamos hacer. Tampoco es cuestión de siempre adaptarnos a lo que venga, y sacarle el mejor provecho, como en los artículos de la prensa que he compartido. Es también un asunto deliberativo que nos puede incitar a querer ir en otra dirección.
En lo que respecta a chatbots como ChatGPT, la política pública que hoy toma forma en mi mente, advierto que todavía con poca claridad y precisión, pero ahí está, y claro, sin la ayuda de ChatGPT, [End Page 35] representaría un cambio gigantesco de rumbo no en ciencia mayormente, pero sí en cultura tecnológica. Son tantas y tantas las cosas urgentes que podemos hacer con tecnología. No tenemos por qué estar tratando de apagar las mentes de las juventudes con la excusa de hacerles la vida más fácil, menos todavía con la excusa de que tienen que estar al día. El asunto universitario sigue siendo que salgan nuevas llamas, que se riegue el fuego en todas esas cabezas fogones que son las juventudes, que se iluminen los espacios que sólo ellas pueden abrir. En el fondo el asunto sigue siendo que esas juventudes lleguen a querer cambiar el mundo en lo que sea que haya que cambiarlo, que lleguen a proponerse hacerlo mejor que todas las generaciones anteriores, sobre todo mejor que la que le precede, lo que por el momento implica dejar a un lado usos que se hacen muy atractivos con el ChatGPT, no importa lo que digan en los medios, no importa las acusaciones que lleguen, las acusaciones de miedo, tecnofobia, lo que sea---que eso de adaptarnos a lo que venga nunca necesariamente es el mejor camino.
Si tengo que terminar con algún modo de recomendación, he de decir que el experimento que hice dio frutos. Mi agradecimiento a Fabián Vega Irizarry (que trabajó en el pensamiento de la socióloga Shoshana Zuboff), Andrea Toledo Malavé (que trabajó en el pensamiento del informático Jaron Lanier6), y Kenneth Morales Rodríguez (que trabajó en el pensamiento del filósofo Don Ihde7), que sé que también aprendieron mucho. ¿Por qué no?, claro, pero no es que yo quiera que todas y todos mis estudiantes piensen críticamente en torno a lo que un bot les dice de los escritos de alguien. Lo que quiero es que piensen críticamente acerca de los escritos de alguien sin mediación de ningún bot. Lo que quiero es que produzcan su propia obra crítica. Y si, como a mí, les apasiona esto de pensar, que produzcan su propia obra.
Confieso que, pasados ciertos umbrales, desconfío de este afán de recrear todo lo que los humanos hacen con su cabeza en algún ‘otro’ tecnológico, y que ese ‘otro’ lo haga mejor. Me sospecho que lo que hay detrás de ese interminable reto de la cultura tecnológica actual tiene más que ver con gente muy poderosa que quiere ejercer todavía más poder sobre otras gentes que con el afán de llevar a la humanidad hacia algo mejor. Lo que se destaca de estos simpáticos chatbots es la transformación que operan en una psique para la cual tan pronto hay algo que puede hacer lo que ella ha tenido que hacer sin la ayuda de [End Page 36] nadie se convierte en una incontestable razón para ella dejar de hacerlo, se convierte en una razón para que ese otro ‘algo’ se encargue de hacerlo de ahí en adelante. Esto conviene sobre todo al Capital empeñado en no tener que depender para nada en sus operaciones de revoltosas gentes de carne y hueso pensando por sí mismas, lo que desde hace tiempo debe alarmarnos, precisamente porque la cosa es llamar a cambiar el mundo, que no es lo mismo que adaptarnos a las tecnologías que vengan. [End Page 37]
Obras citadas:
Maritza Arrieta Vázquez, Educadora, “Tiempos de adaptación en la docencia”, El nuevo día, 15 de agosto de 2023.
Ignacio González Sampayo, Abogado y Asesor Político, “La reforma educativa de la inteligencia artificial”, El nuevo día, 15 de agosto de 2023.
Olivia B. Waxman, “The creative ways teachers are using AI”, Time, 4 de septiembre de 2023.
Shoshana Zuboff, “Big Other: Surveillance Capitalism and the Prospects of an Information Civilization”, Journal of Information Technology 30, 2015: 75–89. En clase también discutimos varios capítulos del más reciente libro de Soshana Zuboff. The Age of Surveillance Capitalism: The Fight for a Human Future at the Frontier of Power (Nueva York: Hachette, 2019).
Francis Bacon, La gran restauración, trad. Miguel A. Granada (Madrid: Alianza Editorial, S. A., 1985).
Jaron Lanier, Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato, trad. Marcos Pérez Sánchez (Barcelona: Penguin, 2018).
Don Ihde, “Technology and Science,” en A Companion to the Philosophy of Technology, eds. Jan Kyrre Berg Olsen Friis, Stig Andur Pedersen y Vincent F. Hendricks (Chichester, West Sussex, Gran Bretaña: Wiley, 2013), 51-60.